En estos días se ha estado definiendo el panorama para la elección de 2012. Por una parte, Enrique Peña Nieto expresa sus aspiraciones presidenciales de manera disfrazada a través de los medios de comunicación, con Carlos Salinas de Gortari sosteniéndole la espalda y los priístas, envalentonados por la golpiza electoral que le propinaron al PAN, ven cada vez más cerca el regreso del dinosaurio a los reflectores.
Pero sucede que el oponente por excelencia a este maridaje corrupto, Andrés Manuel López Obrador, lleva casi tres años de trabajo intensivo, en una hazaña que ningún político había logrado antes: recorrer todos los municipios que componen la República Mexicana. Desde cada tribuna improvisada, ha criticado todos los movimientos erróneos del gobierno federal y alentado la participación ciudadana para ejercer una oposición firme en contra de los intentos de retorno, de este personaje negro de la política mexicana. Andrés Manuel les marca un contrapeso desde ahora para las elecciones presidenciales de 2012.
Después de haber declarado el fin del gobierno de Felipe Calderón, a causa de la derrota electoral y todos los apoyos perdidos por parte de sus anteriores aliados, el máximo representante de la izquierda electoral (no digo PRD, porque su permanencia en esa institución política ya está en entredicho), vuelve a aparecer en los titulares del Newsweek y regresa al escenario político, contra todos los anuncios por parte del duopolio televisivo acerca del “desgaste de su movimiento”, “su muerte política”, entre muchas otras falacias. Lo que no logran comprender los barones de los medios electrónicos es que no todos los líderes se crean y recrean en las entrañas de la televisión.
Este líder en particular se ha desarrollado en las entrañas de los pueblos que ha visitado, fuera de las cámaras, sin mayor trascendencia electrónica. Ahí, donde su presencia ha reunido a personas inconformes con la situación actual a todo lo largo de la República, ahí mismo donde la gente no conoce un gobierno que atienda sus necesidades o que, tan siquiera, esté consciente de ellas, se ha presentado un personaje para dar acuse de recibo a los problemas que vive cada región.
Muchas veces se ha dicho que tenemos dos Méxicos. Como en los tiempos de Menem en la presidencia de Argentina, cuando la televisión mostraba al jet set divirtiéndose y ventilando sus problemas vanales, mientras los médicos rurales llenaban sus pobres instalaciones con casos de niños desnutridos, en México se nos engolosina con la fantasía telenovelesca del copete heróico y su novia “de buena familia”, mientras por todo el país, la gente se manifiesta.
Las alzas al precio de la luz, el desempleo, el segundo gasolinazo que afecta al sistema de transporte, la depredación por parte de las mineras extranjeras, las condiciones precarias en las que los maestros rurales tratan de educar a los niños, la indignación de los familiares de 49 niños muertos y otros tantos más lesionados por la negligencia dolosa de las autoridades que deberían haberlos cuidado, las ejecuciones diarias, la desconfianza en las instituciones, el maltrato a los pueblos indígenas… Tantos focos rojos prendidos por toda la República, mientras peligrosamente nos acercamos a 2010 y el ambiente se tiñe de nostalgia revolucionaria.
Ante este panorama, Andrés Manuel López Obrador continúa ofreciendo a la ciudadanía una salida electoral para esta descomposición social de la que los medios, desatinadamente, no dan cuenta.
Pero cuanto más los barones de los medios electrónicos y la clase política sigan ignorando todo lo que se remueve en el México que no conocen, tanto más dura será la caída, con o sin copete, con o sin Salinas.
Estamos listos para todo